Tuesday, December 13, 2005

APÓSTOL DE LOS INCENDIOS

APÓSTOL DE LOS INCENDIOS
[Nicéforo Urbieta contra el espejo humeante]



También la Coatlicue ofrece corazones rojos
en pleno invierno, igual que tú, Lupita, corazones.
Carlos Fuentes / Tiempo mexicano

Edgar Saavedra

El verbo hiperbólico
Lecumberri: dos mil ciento sesenta días adentro; luego, desapariciones y apariciones; después un secuestro y el incendio de una casa. Raigambre de lentejuelas y sangre: sobrevivencia, instinto, impostura, creación, incertidumbres, visceralidad, simulacros de pólvora, derivaciones, espacios en blanco aun no escritos y, otra vez: sobrevivencia, instinto... como un molino chino de oración donde los ciclos se repiten hasta llegar al borbotón fundamental: renacer de la pavesa y lo que es más: hacerle un cuento a la muerte. Como una flor un cuento es...
“En el sitio en que se reflexiona” –como le llaman sus paisanos a la cárcel– Urbieta tuvo tiempo para conjeturar en provocaciones que vendrían años después, por eso se antoja pensar que Nicéforo es como un personaje de ficción y artificios semejante a un Sísifo demencial que sólo habita esporádicamente los escenarios comunes, y luego, otra vez, se re-crea en un subibaja sin cesar. Las ocurrencias geniales son tópicos que se desdoblan cada tanto de años; no es lo circular mitológico sino la espiral sin gravedad entre difuminaciones y un colibrí caído con las alas carbonizadas. La ceniza y el polvo y el espejo, el humo. La nada, el ser. En las almas de los mexicanos, dice Carlos Fuentes, sembró Quetzalcóatl una infinita sospecha circular.

Contra/argumentos
La experiencia vivencial, —y la mejor es aquella que viene contracorriente—suele dibujar una línea imperceptible entre el desequilibrio y los desenlaces creativos. Hablamos de pintores. Algunos extravían el sentido común (el ya menos común de los sentidos) entre óleos, pinceles y una lengua dogal. Son los que no sobreviven al aguarrás del tiempo. Honraremos su memoria con escupidillos sobre su tumba. Otros se dejan llevar por la expectación junto a unos espectadores que se van desdibujando en la asedia y el hartazgo. El arte de estos es un animal fantástico que muerde sin dientes su propia cola. Polvorín que se desvanece y sólo resucita en eufemismos dialécticos.
A Nicéforo poco se le ha tomado en cuenta en su lucha por vencer al dragón decimonónico (de estos hay dos o tres y viven adheridos al inconsciente inconsecuente colectivo). No obstante, su ideas, cercanas a la hilaridad e indiferentes para muchos, poseen un sustantivo pertinaz. Igualmente metafórico: ¿quién puede ser vencido cuando es alimentado con La Teta de María Sánchez?
Nadie sabe con precisión, y no importa, en qué momento a Urbieta se le ocurrió desarrollar el concepto de “pensamiento visual”. Como proposición antropológica –o conceptualización semiótica—permite varias lecturas, algunas desde la óptica cientificista relacionadas con el lenguaje y el estudio profundo de la imagen visual. Sin embargo, su exposición es por el propio Urbieta ambigua, y resulta una pretensión eclipsada por las nuevas tendencias de la cultura visual monopolizada bajo los parámetros de la “iglesia eléctrica” y las modas globales de percepción estética. No hay institución local que pueda sustentar las inventivas prácticas del maestro, obligado entonces, a replegarse a las reservas espirituales de un pueblo “donde vive un loco” afortunado.

Proposiciones (coincidencias y divergencias) de los Pensamientos Visuales
Los geniales disparates dependen de en qué país surjan y quien pueda respaldarlos, porque similares a las ideas del Pensamiento Visual son los Estudios Visuales que la investigadora española Anna María Guash promueve a través de disertaciones especiales. Esta mujer, crítica de arte del periódico español ABC,“considera que el cambio que necesita la historia del arte debe provenir de los Estudios Visuales, que suponen descualificar la palabra arte en beneficio de la imagen visual, para después desplazar la historia, ya no hablaría –dice– tanto de historia del arte sino de cultura de los visual”. La semejanza con las concepciones de Urbieta son interesantes, pues ésta habla de una consideración de la imagen como una portadora de contenidos que está inmersa en un contexto social. A su vez, en lo que el pintor oaxaqueño ha llamado Recuperación de la Cosmovisión Zapoteca, refiere que “las comunidades indígenas son una reserva de imágenes visuales, olfativas, gustativas y corporales”. Las supersticiones y la magia –que no realismo mágico– son de igual forma venas latentes promovidas por los propios habitantes, por eso Matlazihuatl, cuenta Nicéforo, se vengó de una mujer luego de que ésta cortó un árbol frecuentado por las brujas, allá en su pueblo natal, Zagache.
La analogía dentro de su decurso natural vuelve a sorprender, salvando los matices, claro, de esa espiritualidad compleja de nuestros pueblos, con la intelectualidad formativa de los Estudios Visuales compuestos de dos factores: “Atrás de toda imagen siempre está un poder y, el segundo, los Estudios Visuales hacen recorridos transversales que como rizomas (raíces) se ramifican entre las disciplinas, permitiendo entender las imágenes visuales”. Pero esto es sólo una concentración de ideas para alguien que bien pudiera no estar enterado de ello, para un personaje que ha dicho que “pintar es arriesgar” mientras se nutre de un maná colectivo llamado Los sudores de la Casa del Rayo.

Circunstancias y posibilidades de correspondencia
Las primeras (las circunstancias) suceden más o menos controladas, dependen, en todo caso, de individuos, grupos y jerarquías; también de casualidades, sucesos fortuitos, de “relaciones” sociales atípicas y, a veces, de manías incomprensibles del carácter. Influyen en este caso más los signos de pertenencia mientras que el talento no es imprescindible. Las correspondencias suelen ser una trascendencia de los primeros factores. Se pudiera decir también que se aúnan a estos criterios la construcción argumental proveniente de todas las marchantas posibles (críticos, editoriales, instituciones, Estado, mecenas, coleccionistas, etc). El artista entra en contacto por inercia, a empujones o deliberadamente, con las galerías y el hábitat de un mundo nuevamente fantástico y devorador, siempre sutil, grotesco, arrogante y, en lo sumo posible, arbitrario. Bajo los parámetros del zig-zag ¿dónde se ubica al autor y su obra, quién es, pues, Nicéforo Urbieta?
Para los lectores oaxaqueños no son necesarios estos datos, no obstante, del archivo curricular se podrían tomar algunas referencias, definiciones e impresiones para los extraviados flotantes; por ejemplo, que el pintor oaxaqueño permite “asimilar la pluralidad como parte esencial de sus creaciones (bocetos de arte abstracto con destellos figurativos)”. Apunto esta efeméride: “Urbieta es un creador que frente a la adversidad resurge, supera un encarcelamiento y el incendio de su casa”. Este otro elogio de un escritor venido a menos, Macario Matus: “En Urbieta [...] hay un erotismo sublimado y a la vez fuerte, que asimismo está a flor de piel en el ambiente, en las mujeres y en los cerros que son puntas o senos y cosenos (sic) femeninos”. De una revista francesa la siguiente expresión: Meme le travail artistique en marge, en rupture radicale, d´un Nicéforo Urbieta, Indien zapotéque trouve malgré tout á s´exprimer”. “Nicéforo Urbieta es un hombre de paz” dijo en su momento Francisco Toledo durante aquel famoso secuestro del pintor que fue también huésped del Palacio Negro. Por último esta autodefinición: “soy un investigador que habita un cuerpo de pintor”.
(©mujeres)

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