Tuesday, December 13, 2005

Dos versiones espasmodicas y una cantata sobre la nueva pintura oaxaqueña

Dos versiones espasmódicas y una cantata sobre
la nueva pintura oaxaqueña


Edgar Saavedra
Santa Rosa de Lima, Tututepéc, costa oaxaqueña. 38°c bajo sombra. Con un calor que avizora la rabia, apenas soportable por el ditirambo alcohólico, me dispongo al ejercicio vacuo de ensayar sobre la pintura actual oaxaqueña... con los vientos en contra. Aquí la sangre se trasporta a la velocidad de la calma; humedad y aguada sin guaguancó ni salario. El demonio de la prisa me persigue y llego a ninguna parte.

Los críticos
Escribir, o conjeturar, sobre la plástica local sin duda tiene sus riesgos. Recuérdese el caso de Blas Galindo cuando la maldición del difunto R.Morales lo alcanzó; éste había hecho alguna crítica más o menos severa sobre este personaje cuasi sagrado. Al poco tiempo terminó en los separos de la policía preventiva, y al otro en la nota roja. Se fue.
El buen discípulo Enrique Franco que en cierto momento pensó iniciar una nueva ola crítica a través de una revista –ahora truncada—5 o y los textos de catálogo por pedido, se vio empañada por una desgracia ridícula de “el corazón es más traicionero que cualquier otra cosa”. Ahora, desde lejos escribe notitas sentimentales sobre algunos pintores sonámbulos.
Fernando Gálvez puso sus barbas a remojar y finalmente terminó renunciado el puesto de adulador profesional del ogro protoplasmático. A Gálvez los pintores lo rechazan de facto por considerarlo carente de honradez intelectual, es decir, de la “disposición para verificar lo que uno cree que es cierto”. Dicho en criollo: Fer escribe según sus impresiones emocionales entintadas de crítica, ahora le gusta un pintor, mañana lo contradice y denosta. Ha pretendido polémica sólo en contra de entidades no sujetas a F. Toledo. La impostura cuando no es demoníaca termina desinflándose. Hay que ver, por mera ociosidad, a qué se dedicará ahora esta sombra desprendida, aunque todo indica un cumplimiento proverbial: “El perro ha vuelto a su propio vómito, y la cerda bañada a revolcarse en el fango”.
A estos tres los escogí al azar, pero hay muchos escritores que han desfilado en Oaxaca con diferentes criterios y perspectivas aunque siempre ha predominado la farseta. Desde que el racionalista R. Valerio escribió Atardecer en la maquiladora de utopías, una recopilación de ensayos sobre las artes plásticas en la entidad, poco ha cambiado. Ahí decía --en 1997-- que persistía “el predominio del elogio sobre la reflexión, de la biografía sobre el acercamiento a las obras, de la pintura sobre la escultura, del “fundamentalismo fantástico” sobre la experimentación y cualquier realismo no mágico”. Del fuego que encendió sólo quedan briznas; algunos se preocuparon más en la forma que en el fondo de sus argumentos, y como la envidia es con dientes filosos y amarillos los colegas ignoraron el verdadero quid anteponiendo su propia escritura de náufragos. Con esta actitud apática, exquisita e indiferente se perdido terreno en el seguimiento histórico de la pintura oaxaqueña. Las preguntas de Roberto siguen en pie: ¿Qué es Oaxaca en la plástica mundial? ¿Una retaguardia que espera el colapso de vanguardias y trasvanguardias para convertirse, por arte de magia y sin mayor esfuerzo, en recontrapostneovanguardia?. Desde adentro nadie quiere ni tiene la capacidad de responder. Los de afuera se amontonan por seguir construyendo percepciones sesgadas y subjetivas, en ocasiones escupiendo al plato donde les dan de comer. El resultado es un inquebrantable círculo vicioso. A los pintores no les conviene la crítica, por lo tanto, no la promueven; los escritores están fuera de contexto, y la galerías imponen sus criterios comerciales sobre los de valor. El público es apenas una abstracción menor.

Las galerías
¿Cuál es la función de una galería de arte? Los criterios varían pero en términos genéricos su objetivo es la promoción integral de autores y su obra, desde los excelentes trabajos que provienen de artistas artesanos (rebajados por la psicología del mercado) hasta las obras de la preponderante y tradicional pintura y sus variantes.* Las causas son diversas y complejas, pero muchas galerías han nacido y desaparecido en Oaxaca. Algunos proyectos han sido nobles, otros, desmesurados y desubicados de el tiempo y espacio oaxaqueño. Nuestra concepción retorcida de la contemporaneidad nos vuelve niebla. El tiempo, como un perpetuo fenómeno dinámico, es trasgredido por la visceralidad y los tópicos arcaicos. No es máscara paciana sino un antifaz de chauvinismo antropológico.
Las galerías, como los museos de la ciudad, están condicionados cuando menos por el interés político o comercial folclórico. El Museo de los Pintores Oaxaqueños o el Museo de Arte Contemporáneo, por ejemplo, están dominados por ventrílocuos oficiales y nepotismos de la clase artística prominente. El grupismo influye en la toma de decisiones y dicta las propuestas descerebradas del mantra oaxaqueño. Los mismos de siempre, aun con pequeñas infiltraciones, son siempre los mismos, que hacen lo mismo de siempre.
Un poco más dignas son las galerías independientes --incluyendo las fundaciones culturales que al registrarse bajo este concepto hacendario les permite pagar menos impuestos--. Para el coleccionista adquisitivo vale la pena Arte Mexicano, Punto y línea, Arte de Oaxaca, DM Arte Contemporáneo, Galería Quetzalli (a pesar de su confabulación de brujas), entre otras pocas. Por curiosidad morbosa hay que asomarse al IAGO (con su nueva modalidad de mingitorio público; la meadilla: cinco pesos, y sus guardias están entrenados para detectar cualquier mentira).
En general los galeristas son unos avaros que se van a ir al infierno; a veces, en detrimento de los creadores contradicen los precios o desmeritan a alguien con el afán de acaparar al cliente. Algunos se quedan con el 40, 50 y hasta el 60% de la venta de la obra. Padecen en su mayoría del síndrome del “analfabeta funcional”, aquel que sabe leer pero no indaga ni promueve y miente. La mentira como salvoconducto atípico para llegar a la culminación remuneradora. El aficionado de arte le entra al juego de lolo y le corresponde asombrarse por lo mágico manifiesto y la referencia curricular. “Este pintor vivió en Europa y expuso en un cafetín cosmopolita... es cotizable”. El marchante de arte es capaz de encargar los temas al pintor (por ejemplo, en los tiempos de bonanza La Mano Mágica trabajaba con F. Morales por pedido para satisfacer los gustos torcidos de los gringos que querían virgencitas bucólicas cabalgando sobre mulas... ¿o eran naguales?). No hay mucha preocupación por generar un movimiento interactivo que contemple las preocupaciones cientificistas y socioculturales de Juan Acha --por decir algo--, y que dentro de la informalidad aparente del mercado artístico encontremos núcleos argumentales que permitan el razonamiento y el vuelo total de los sentidos. Proveer al lector, espectador o consumidor, decía este viejo vidente, de los elementos necesarios para aprender a percibir, interpretar y valorar por sí mismo la obra de arte; reflejar la realidad estética y artística de nuestro tiempo. Palabras, palabras, palabras... Lo que queda claro es que las galerías no van mover un solo dedo por la instrucción colectiva. La chingada madre de todos los espejismos nos domina gozosos. Los hijos de la Malinche condenados de antemano.
*Tomado del artículo: Galería DM /Arte Contemporáneo —Cambio de sitio— / El Heraldo de Oaxaca.
Los pintores
Hoy hay que pintar para vender; mañana, pintaremos para los museos, le decía Fernando Andriacci a un colega. Y no deja de tener sus razones. El mejor éxito no es el ideal sino el posible. Vivimos los tiempos de la gratificación inmediata, y si el XX fue el siglo de la acción este será el del “bajo sumidero de disolución”. O el de la proyección patética. Pronto los pintores de Oaxaca ya no significarán nada. O sí, como vestigio simiesco. Conglomerado disperso que se repudia, muerde y rechaza y ramifica y teoriza y sobrevive. Y se levanta de las cenizas con el ascua en el culo. Si todos somos indios somos también todos pintores. Ven y pinta, pinta y vive, será el lema universal de esta ciudad empantanada. Hay pintores por todas partes, debajo de las piedras, en todas las cantinas, los hay chupando el tubo benefactor del patriarca; los hay francos maricones (que por extraño que parezca no exigen sus derechos); los hay oficiales y perplejos, trogloditas, camaleones. Greñudos y arrugados. Mentirosos, poderosos, de caché. Hay pintores hoteleros fetichistas, masoquistas, copiones y tragones de aguarrás. Pintores, pintorcitos, pintorzuelos, pastorelas las grosellas ellas no son ellas las chiquillas d’Avignon. Pintorotes los torotes mamotretos de cajón. Mis cojones son grandotes son redondos de altavoz. Caballetes mis retretes yo te pinto sin querer. Pinto, pinto, pinto, pito, pito, pito, pito, pinto, pito, pinto qué me ves. Tinto quiero tinta quiero gárgaras hacer, boca abajo yo me pongo mescalito pa’ beber. Pinta, pinta, pinta, pinta, pinta o morirás, pintapintapintapintapitapita.... Desde Europa ya sin ropa yo me vine a vivir no dormir a vivir a inquirir. Ya en Oaxaca me hice caca y la flaca y la resaca y la putilla del rubor helado no me dieron de comer. Pinta, pinta, pinta, pinta, pinta o morirás, pinta y vende vende y pinta yo soy yo yo-soyoyo-yoso-yoso-yo-yo-yo-yo-yo. Pinta, pinta, pinta, pinta, pinta o morirás, pintapintapintapintapintapinta, ppprrr, rrrrrrr, tatatatatatatatata. TA!

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